Por Eduardo Camacho Rivera

Columna Trasfondos

Muy a pesar de las diversas problemáticas y circunstancias que ha debido enfrentar en los últimos meses, el gobernador Carlos Joaquín ha logrado salir avante –y con ello el estado también-, en tiempos como los de la pandemia del coronavirus, que todo lo complican, a veces a extremos por demás deplorables.

Se han perdido muchas vidas. Miles de personas han enfermado, y muchas de ellas aún sufren las secuelas del temible virus. Pero con sus altas y bajas por las temporadas vacacionales y la vocación turística de Quintana Roo, la entidad ha ido recobrando gradualmente la salud económica.

El manejo de la pandemia por parte del Ejecutivo estatal ha sido puntual y responsable, pese a que no cuenta precisamente con la mejor colaboradora en la figura de Alejandra Aguirre Crespo, en el delicadísimo cargo de titular de la Secretaría Estatal de Salud (Sesa).

Otras y otros han sido los mejores y más eficientes aliados del gobernador en esta lucha contra el Covid-19, entre ellos el titular de la Cofepris, Miguel Pino Murillo, quien se ha metido con todo y a fondo en la vigilancia y sanción de actividades y sitios que no cumplan con las disposiciones sanitarias.

Ahora mismo, Pino Murillo se enfrenta al reto de vigilar que los partidos políticos cumplan con las regulaciones preventivas en sus actos proselitistas, algo en verdad complicado si recordamos que contienden nada menos que 78 candidatos a las 11 las presidencias municipales, y 24 aspirantes más buscan las 4 diputaciones federales por Quintana Roo.

Pero el tema de la contingencia sanitaria está, por el momento, bajo relativo control, y han sido otros los asuntos que han complicado las cosas al mandatario estatal, como la terrible agresión policiaca a las y los manifestantes feministas en Cancún el pasado 9 de noviembre, o el muy lamentable asesinato de la inmigrante salvadoreña Victoria Salazar, a manos de elementos de la Policía Municipal de Tulum, cuyos videos le dieron la vuelta al mundo.

Ambas situaciones representaron sendos problemas en el tema de la gobernanza local, pero hubo la habilidad y la sensibilidad para enfrentar los dos críticos sucesos con certeza, transparencia y oportunidad.

Hubo la justicia que no siempre ocurre en tantos casos cotidianos. Las víctimas y sus familias recibieron un trato digno y humano. Estos dos lamentables sucesos fueron manejados, se debe insistir y reconocer, con eficacia y responsabilidad.

De ahí que a Carlos Joaquín ha sido ubicado, en un estudio nacional de opinión pública realizado por “México Elige” en este mes de abril, en el cuarto lugar nacional en el ranking de aprobación de los gobernadores en el país.

El estudio indica que, en esta última encuesta levantada del 6 al 10 de abril pasado, el gobernador de Quintana Roo subió tres lugares al pasar del 7º al 4º lugar como uno de los mejores gobernadores a nivel nacional.

Es algo nada sencillo si se considera que la pesada loza de la pandemia sigue vigente y con sus efectos adversos.

Los retos y problemas son numerosos, y otro de los asuntos que naturalmente atañen a Carlos Joaquín, es el proceso electoral en curso, en donde políticamente ha realizado interesantes “jugadas” y movimientos, de cara a las elecciones del próximo 6 de junio.

El proceso comicial en marcha es otra asignatura de suyo complicada, por los escenarios y conformaciones de poder que se configurarán a partir de los próximos meses.

Pero ese ya es otro tema que merece ser abordado en una próxima entrega de esta columna.

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