(Primera parte)

Este, fue otro sexenio tirado a la basura.

Lo cual no deja de ser muy triste y lamentable, sobre todo por tanta expectativa que levantó el joaquinismo en un principio.

Roberto Borge, el antecesor de Carlos Joaquín, hizo y deshizo a su antojo, lo que lo llevó a terminar en una fría y oscura mazmorra, como el pillo que es.

Carlos, tiene suerte ya que no terminará en una cárcel, gracias a que entregó con tiempo a ya saben a quien las riendas del estado.

Tan es así, que una de sus protegidas, Mara Lezama, puede ser su sucesora, claro, si es que Laura Fernández no le endilga una épica revolquiza, aprovechando tantos cabos sueltos que tiene por allí la alcaldesa con licencia.

Apesta a podrido cualquier dependencia gubernamental en la que un investigador medianamente avezado meta las narices.

Hay suficiente excremento como para enviar a CJ a hacerle compañía a Roberto Borge durante un largo tiempo.

Ha tenido demasiada suerte este integrante del clan de los joaquines.

Hábil que es para eludir a la justicia, pactó con ya saben quién y podrá ir a disfrutar tranquilamente su dinero.

La COFEPRIS es una de las instancias en la que en estos momentos el hedor a podrido es insoportable.

El junior Carlos Ortiz Velázquez, es quien -se supone- está al frente de esta dependencia, sin embargo, la inoperancia de este tipo dedicado a la francachela y a la dolche vita, provocó que su padre, Carlos Ortiz -representante de la SEFIPLAN- sea el que realmente mande en dicha instancia.

Como se dice vulgarmente, solo sus chicharrones truenan.

A ese funcionario y sus secuaces, el dinero es lo único que le importa.

Los grandes, medianos y pequeños empresarios, sufren una intensa cacería encaminada a sangrarlos para que esos buitres llenen de dinero sus bolsillos.

Pareciera que ya traen órdenes de tirar a “matar” a todo el empresario que se mueva.

Si el gobierno entrante quiere dar la impresión de que entra tumbando caña, metiendo gente a prisión, solo tiene que voltear a la COFEPRIS, proceder a levantar la alfombra y encontrará un verdadero estercolero, herencia de don Charlie y su cachorro.

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