Pese a ser interpretada como una habilidosa maniobra para “colocar” positivamente a los gobernadores de Quintana y Yucatán, Carlos Joaquín González y Mauricio Vila, respectivamente, lo ocurrido durante la conferencia mañanera del presidente Andrés Manuel López Obrador se presta a muy interesantes lecturas, máxime si se recordamos que, en el caso de Quintana Roo, se alude con frecuencia al “pacto” entre AMLO y Carlos Joaquín para impulsar la instalación de alguna o algún morenista en el Palacio de Gobierno de la capital quintanarroense.
Consideremos que tenemos un presidente fuerte políticamente, quizás en su mejor momento del sexenio, y con un partido –Morena- que aún es rentable electoralmente en la mayor parte de la República Mexicana. Los gobernadores panistas, priístas, morenistas y de cualquier otro partido, no quieren problemas ni desaguisados con el poderoso AMLO.
No están, además –los mandatarios estatales-, en condiciones de poder imponer o inducir la sucesión de sus propios incondicionales en las gubernaturas, por lo que no hay de otra: negociar, evitar ser acusado e investigado al termino de sus gestiones, y con una buena dosis de suerte hasta ser efectivamente llamados por el presidente para ocupar alguna responsabilidad en el gobierno federal.
Por eso, se dice, la urgencia de enviarle a AMLO un reportero-mensajero para preguntarle si hay cariño, si integraría a Carlos Joaquín y a Mauricio Avila –ambos panistas- a su gabinete.
Fiel a su estilo y sin comprometerse, López Obrador contestó que hay todas las posibilidades de integrarlos. No dio más detalles, pero sin duda esas declaraciones deben tener más que contentos a los mandatarios de Quintana Roo y Yucatán.